En Orellana de la Sierra, la antigua Aureliana, provincia de Badajoz, villa que se encuentra á unos cuatro kilómetros á la margen derecha del Guadiana, hay una sierra llamada Villavieja, en cuyo paraje debió existir antigua población, no solo por indicarlo así el nombre, como por las abundantes ruinas que allí se hallan. En la vertiente de esta sierra, por la parte del Mediodía, encuéntrase una meseta, que bien pudo ser formada artificialmente, meseta en cuyo centro hay un recinto circular, como de 250 metros de circunferencia, formado por ruinas de muros, y dentro de él, en direcciones diferentes, otros restos de antiguas construcciones. En aquel recinto se ha encontrado interesantísimo objeto arqueológico de oro macizo, que la bondad del distinguido senador, D. Diego García, me ha permitido presentar á la Academia para que tenga noticia de tan peregrino hallazgo.
Como la Academia puede ver y
apreciar, es una
torques, la llamada por Plinio
viria269 distintivo militar usado por los jefes celtas y
celtíberos, con labores angulosas, propias de los diferentes objetos
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El citado Museo Arqueológico Nacional posee otras torques de plata, alguna de los cuales conserva análogas labores á las que adornan la de Orellana de la Sierra, y otras, que yo creo de época posterior, semejando un funículo retorcido.
En el mismo sitio que se ha encontrado esta torques se han hallado también fragmentos de cerámica, pero tan pequeños, que no puede formarse idea de los vasos á que pertenecieran, y bastante cantidad de pizarras de diversos tamaños, labradas solo por una de sus caras con esmerado pulimento y una pequeña concavidad formando canal. ¿Cubrirían tal vez el sepulcro que allí debió existir del guerrero á quien hubo de pertenecer la torques de oro que motiva este breve informe, y que estaría edificado dentro del recinto descrito? Así me atrevo á creerlo; siendo de sentir que solo queden los muros del recinto, en cuyo centro debió alzarse la tumba de aquel poderoso guerrero que, como tantos otros, pasó inadvertido, sin dejar más rastro de su existencia que el rico distintivo de su alta jerarquía.
No creo demás añadir, que á la falda de la mencionada meseta, por el Este, y en la parte más alta, hay una fuente conocida con el nombre de fuente de Monroy, de donde nace, y sigue faldeando la vertiente de la meseta, el arroyo del mismo nombre; así como que á dos kilómetros se encuentran sepulcros en diferentes parajes, aunque acerca de ellos no pueda dar á la Academia más que esta vaga noticia.
Madrid, 12 de Enero de 1888.
J. de Dios de la Rada y Delgado.
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