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El capítulo XXI «Tabaco picado» es una visita de Amparo al taller de picadura de la Fábrica de Tabacos adonde ha entrado a trabajar el mozo rústico Chinto, cuya propuesta de matrimonio Amparo había rechazado contundentemente. Aquí se encuentran las peores condiciones de trabajo de la fábrica; por tanto esta visita es una verdadera bajada a los infiernos. La autora no deja ninguna duda en cuanto a las alusiones; así, ya al inicio del capítulo cuando se habla de cómo Chinto «se metía en los infiernos del picado, en el lugar doliente a cuya puerta hay que dejar toda esperanza» (II, 148), hay resonancias directas del primer y último versos de los primeros tres tercetos del Canto Terzo del «Inferno» de la Divina Commedia: «Per me si va nella città dolente... / Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate». (N. del A.)
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Se destaca en más de una ocasión la generosidad de Amparo hacia sus compañeras de trabajo (ver en particular cap. XXIX); también es de notar el contraste que resalta entre la generosidad de Amparo y la mezquindad de tales mujeres de la burguesía de Marineda como doña Dolores, la madre de Baltasar, quien instiga a su hijo para que se case con una mujer rica y Josefina García, poco caritativa en sus comentarios sobre Amparo. (N. del A.)
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Ver el final de Nana que describe la muerte de Nana a causa de la viruela; esta escena tiene lugar en un París nervioso y tenso en vísperas de la Guerra Francoprusiana: (N. del A.)
En Emile Zola, Nana (París: Garnier-Flammarion, 1968), 439. |
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Ver algunos comentarios negativos hacia la política conservadora de doña Emilia tal como, según estos críticos, se destaca en La Tribuna: Germán Gullón, «¿Es La Tribuna novela social?» del cap. II en El narrador en la novela del siglo XIX (Madrid: Taurus, 1976), 43-45; y Víctor Fuentes, «La aparición del proletariado en la novelística española: sobre La Tribuna de Emilia Pardo Bazán», Grial, 31 (1971), 90-94. (N. del A.)
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Hans Hinterhäuser, Ibidem, 29. (N. del A.)
186
Ver cap. XIV: «Aquel año había comenzado a imperar el traje corto, revolución tan importante para el atavío femenino como la de septiembre para España» (II, 134). (N. del A.)
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En los Apuntes autobiográficos doña Emilia observa que en los primeros años de la revolución «enmudecieron las musas y sólo derramó a torrentes gracia y mordacidad la prensa satírica y despidió centellas la oratoria parlamentaria» (III, 707). La autora parece estar muy consciente de la necesidad de los novelistas de su generación de «restaurar el habla castellana», maltratada por, entre otros elementos, «periodistas, noticieros, y el chaparrón de literatura y prensa política del período revolucionario» (III, 717). (N. del A.)
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Ver también: Stephen Gilman, «Novel and History and Society» del capítulo sobre La desheredada en Galdós and the Art of the European Novel (Princeton: Princeton University Press, 1981), 84-94. (N. del A.)
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Stephen Gilman, Ibidem, 93. (N. del A.)
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En Memorias de un solterón (1896), novela escrita unos catorce años después de La Tribuna, y unos once años después de Fortunata y Jacinta, sabremos que el hijo de Amparo es el único heredero de Baltasar, el cual no ha tenido hijos de su matrimonio con Josefina, y será este hijo, ya un hombre crecido, quien reclamará justicia hacia Amparo y exigirá que Baltasar se case con ella al haberse quedado éste viudo de Josefina. (N. del A.)